martes, noviembre 22, 2005

EL HOMBRE QUE SE COMIÓ SUS BOTAS


JOHN FRANKLIN (n. Spilsby, 1786 – m. Paso del Noroeste 1847)

Hijo de un comerciante rico, John Franklin sintió desde muy temprana edad la llamada del mar pese a que su padre estaba empeñado en que fuese sacerdote. A los 14 años entró en la Royal Navy, participando en 1801 en la batalla de Copenhague a bordo del HMS Polyphemus. Posteriormente recorrió las costas australianas bajo el mando de su tío Matthew Flinders en el HMS Investigator, y en 1805 era ya oficial de señales del HMS Bellerophon en la batalla de Trafalgar. En 1815 sirvió contra los americanos en la batalla de Nueva Orleans. En 1818 recibió su primer destino como comandante de un navío a bordo del Trent, encargado junto al Dorothea de cartografiar el océano polar entre Groenlandia y las islas Spitsbergen bajo las órdenes de David Buchan. Fue también su primer contacto con lo que luego sería su gran vocación, la exploración polar. En 1817 el Almirantazgo estipula un premio de 5.000 libras para el primer barco que supere los 110º Oeste navegando al norte del círculo polar. El objetivo era encontrar un paso al noroeste que comunicara el Atlántico con el Pacífico para utilizarlo como ruta comercial. En 1818 William Parry llega a los 110º y por primera vez parece posible encontrar el paso. Al año siguiente el Almirantazgo envía a Franklin por tierra desde la bahía de Hudson para cartografiar la zona. Entre 1819 y 1822 recorre el noreste de Canadá primero aprovisionado por los fuertes de la compañía de la bahía de Hudson, luego con solo 20 hombres siguiendo el río Coppermine y finalmente hacia el norte hasta el océano ártico donde llegan a los 140º Oeste. El regreso es dramático. La expedición se ha planteado mal desde el principio y el hambre y el mal tiempo a punto están de acabar con todos sus miembros. Al final, tras recorrer 5.000 millas a base de líquenes, carne podrida y la poca caza que consiguen, solo 9 regresan a la bahía de Hudson. Al menos dos de los miembros de la expedición han sido asesinados por sus compañeros, los hombres han acabado masticando cuero de sus zapatos y se sospecha de casos de canibalismo. En Inglaterra Franklin es recibido como un héroe, la prensa le empieza a llamar “el hombre que se comió sus botas”.
En 1823 se casa con Eleanor Porden. En 1825 se vuelve a embarcar para el ártico pese a que su mujer está en su lecho de muerte víctima de la tuberculosis. La nueva expedición es un éxito gracias a lo aprendido en la anterior. Esta vez sus hombres no pasan hambre. Entre 1825 y 1827 cartografía gran parte de la costa ártica, plantando la bandera británica en la desembocadura del río Mackenzie como colofón. A su regreso es nombrado caballero y se vuelve a casar en 1828 con Jane Griffin. Entre 1836 y 1842 es gobernador de la tierra de Van Diemen en Tasmania, una colonia penal donde realiza una gran labor a favor de los presos y los aborígenes, siendo fundador junto a su esposa de varias instituciones culturales hasta que es destituido parece que precisamente por ello.
Franklin tiene 59 años cuando es nombrado comandante del que ha de ser el asalto final al paso del noroeste. La expedición compuesta por los buques HMS Erebus y HMS Terror es la mejor preparada hasta el momento para afrontar el ártico, se supone que tienen pertrechos para pasar varios inviernos en el hielo. Entre ellos toneladas de carne, verduras, sopas y otros alimentos enlatados que en aquel momento son el último avance en tecnología culinaria, además de una garantía contra el hambre y el escorbuto. En agosto de 1845 son avistados por los balleneros Enterprise y Prince of Wales en la bahía de Baffin. Luego desparecen para siempre.
En 1847 el gobierno británico ofrece una recompensa de 20.000 libras por cualquier noticia sobre el paradero de Franklin y sus hombres. Pero no es hasta 1850 cuando se encuentran los restos del primer invierno de la expedición (el de 1846) pasado en las islas de Devon y Beechley, incluídas las tumbas de tres marineros. En 1854 los esquimales relatan a John Rae, que trabaja para la compañía de la bahía de Hudson, que 6 años antes fueron vistos unos cuarenta hombres blancos arrastrando botes en el hielo más al noroeste. Los inuit entregan a Rae objetos de la expedición y le relatan escenas dantescas de canibalismo que levantan un gran tumulto cuando llegan a Inglaterra. Una de las que no se puede creer esas historias es la esposa de Franklin. En 1857 costea los gastos de la expedición de McClintock, que en 1859 encuentra los restos de las tripulaciones del Erebus y el Terror diseminados por la isla del rey Guillermo, así como una nota fechada en 1848 que confirma la muerte de Franklin el año anterior. Lo que ve y lo que le cuentan los esquimales confirman los horrores narrados por Rae. Al parecer, los barcos quedaron atrapados en el hielo en el invierno de 1847, y fueron abandonados en septiembre del mismo año, intentando posteriormente los hombres ir hacia el sur con botes y trineos. A lo largo de los años diferentes expediciones han encontrado restos de los hombres de Franklin (en 2004 una expedición arqueológica buscó sin éxito los restos de los buques), se cree que algunos de los 129 miembros de la expedición sobrevivieron entre los inuit al menos hasta 1851, cuando trataron de ganar la bahía de Hudson y desaparecieron finalmente. Pese a la incredulidad inicial de sus compatriotas parece probado que se dieron casos de canibalismo y que poco a poco todos sucumbieron víctimas del hambre y el escorbuto.
Entre los años 1981 y 1986, un equipo de la universidad de Alberta dirigido por el doctor Owen Beattie analizó los restos de varios esqueletos de la expedición encontrados en la isla del rey Guillermo, así como los cadáveres de los tres marineros enterrados en la isla de Beechley. Para su sorpresa, econtró niveles extremadamente altos de plomo tanto en los huesos como en los cadáveres que se habían conservado en perfecto estado durante más de 100 años, llegando a la conclusión de que la intoxicación por plomo había sido, junto al escorbuto y el hambre, un factor esencial en la catástrofe. Beattie dedujo que el plomo procedía de las soldaduras de las latas de conservas que habían sido consideradas una de las mayores garantías del éxito de la misión. Aparte de ello, se cree que gran parte de las soldaduras podían haber sido defectuosas, haciendo que muchas de las provisiones se echaran a perder antes de poder ser consumidas. Se sabe que la empresa concesionaria de los alimentos ganó el concurso con la armada pujando sospechosamente bajo y es más que probable que los alimentos enlatados fueran de mala calidad.
Más allá de la macabra anécdota que parece el hecho de que la mejor expedición polar de la época victoriana se perdiera víctima de una intoxicación alimentaria, el desastre de Franklin sirvió para que el conocimiento de la zona avanzara enormemente en unos años debido a las más de 30 expediciones de rescate, muchas de ellas pagadas por su esposa, aunque también se perdieron muchas vidas, en realidad más de las que se pretendía salvar. Finalmente fue el noruego Roald Amundsen el primero en navegar completamente el paso del noroeste en 1905, aunque también demostró que la ruta no era rentable para la navegación comercial.

4 Comments:

Blogger Breavman said...

Me encanta tu página, me parece interesantisima y la leo con avidez, gracias por tu trabajo de recopilación e investigación

9:05 p. m.  
Blogger Jose Antonio del Valle said...

Gracias a ti por leerla. :)

10:59 a. m.  
Blogger Unknown said...

estoy leyendo el libro acerca de esta historia.
se llama el terror de dan simmons
buenisimo =)

12:49 a. m.  
Blogger Jose Antonio del Valle said...

Sí, es de los mejores libros que he leído ultimamente y cuenta la historia con pelos y señales, aunque evidentemente tenga su parte de ficción y fantasía.

1:27 p. m.  

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