lunes, febrero 20, 2006

CARNE PICADA


GLYNDWR MICHAEL (n.Gales, 1909 – m. Londres, 1943)

En la primavera de 1943 las cosas empezaban a ir mal para los alemanes tras sufrir el descalabro de Stalingrado y haber sido prácticamente expulsados del Norte de África. El siguiente paso lógico para los aliados occidentales era poner el pie en Europa, y el lugar más apropiado para ello era Sicilia, tanto por su cercanía a las costas tunecinas recientemente conquistadas como por ser una especie de gran portaviones que hacía posible las operaciones aéreas alemanas en el Mediterráneo. La invasión de la isla se venía planificando desde meses antes y se había llegado a la conclusión de que un ataque directo sería suicida, dado que los alemanes sabían que era el lugar que tenía más papeletas para ser atacado. Sin embargo, a un par de oficiales de la inteligencia británica, Ewen Montangu y Charles Cholmondeley, se les ocurrió que quizás fuese posible mediante una estratagema convencer al enemigo de que el ataque vendría por otro lado. Cholmondeley había estado trabajando con la idea de lanzar un cadáver en paracaídas sobre territorio enemigo con documentos comprometedores, aunque posteriormente se rechazó el plan que parecía demasiado burdo para engañar a nadie. No obstante se pensó que si el cadáver pareciese ser la víctima de un accidente aéreo sobre el mar el engaño tendría más probabilidades de prosperar, de manera que Cholmondeley y Montangu se pusieron a buscar un cadáver que pudiera pasar por ahogado en una autopsia. El cuerpo fue proporcionado por el patólogo Bernard Spillsbury; se trataba de un hombre de 34 años cuya muerte por neumonía le hacía perfecto para simular un ahogado al tener los pulmones encharcados. La familia dio su consentimiento al saber que era para un servicio especial y que sería enterrado con honores una vez realizado este; solo pidieron que su verdadero nombre no se revelase. Una vez conseguido el cadáver, Montangu bautizó la operación como Mincemeat (carne picada) en un alarde de humor negro. Lo siguiente era crear una identidad que los alemanes pudiesen dar por verdadera, y así nació el mayor William Martin de los Royal Marines. Se suponía que Martin era un especialista en operaciones anfibias que portaba una carta del general Sir Archibald Nye, segundo jefe del Estado Mayor Imperial, al general Alexander, jefe del 18º Grupo de Ejércitos, en la que se podía leer entre líneas que la invasión sería en Cerdeña y Grecia, en vez de en Sicilia. Además llevaba otra carta de Sir Louis Mountbatten, jefe de operaciones combinadas, para el almirante Cunningham en la que se describía el currículum de Martin a la vez que se dejaba caer alguna que otra insinuación sobre el ataque a Cerdeña. Aparte de las cartas, Montangu y Cholmondeley llenaron los bolsillos del cadáver con todo lo que podría llevar un verdadero oficial británico, desde cartas y una foto de su prometida, que no era sino una de las secretarias del servicio secreto, hasta una misiva del banco avisándole de que estaba en números rojos tras comprarle un anillo a su novia, documentos de identidad para los que hubo que buscar un modelo parecido al muerto y fotografiarlo, llaves, monedas, entradas para una obra de teatro de verdad, etc. Hasta le crearon una personalidad; resultó que Martín era algo despistadillo en su vida privada y parte de sus documentos eran resguardos por haber perdido los auténticos. Incluso llevaba una carta en la que su padre se mostraba contrariado por su próximo matrimonio.
Una vez creado el señuelo, había que pensar donde situarlo. Se decidió que lo mejor era que apareciese en la costa española. Pese a ser un estado no beligerante, la afinidad con Berlín era suficiente (la División Azul no se retiraría hasta finales de 1943) para que los británicos porfiasen que cualquier documento que llegara a manos españolas acabaría en las del Abwehr. Lo siguiente fue montar al muerto en el submarino HMS Seraph entre enormes medidas de seguridad. La tripulación pensaba que el contenedor metálico que transportaban era una nueva boya meteorológica, y los oficiales solo supieron lo que llevaban poco antes de dejarlo en el mar a pocos metros de una playa en Huelva. De manera que el 30 de abril unos pescadores encontraron el cuerpo sin vida de Martin que llevaba un maletín con documentos sujeto a su muñeca por una cadena.
Como era de esperar, a las pocas horas las autoridades españolas habían hecho copia de los documentos y se los habían entregado a los alemanes ante la impaciencia por recuperar el maletín del agregado naval británico que no conocía el engaño, y al que se le había dicho que era vital recuperarlos. Mientras, a Martin lo enterraron en el cementerio de La Soledad con honores militares.
La llegada de los documentos a manos de Hitler, hizo que éste reforzase sus efectivos en Cerdeña y Grecia, retirando incluso dos divisiones Panzer del frente ruso que habrían sido muy útiles en la batalla de Kursk para cubrir el Peloponeso. Además retiró gran parte de las fuerzas aeronavales que defendían Sicilia, de manera que cuando los aliados desembarcaron el 10 de julio la resistencia fue mucho más escasa de lo que se esperaba y se salvaron muchas vidas. Además, el engaño fue tan completo que Hitler siguió pensando durante unos días (como luego le pasaría en Normandía) que el ataque a Sicilia era solo una finta.
En 1953 Roger Morgan descubrió que William Martin había sido en realidad Glyndwr Michael, un vagabundo galés alcohólico al que no habían dejado entrar en el ejército y que murió al parecer por ingerir matarratas. Actualmente su nombre aparece junto al de Martin en la tumba del cementerio de Huelva, a la que no le faltan flores desde 1946 gracias a Isabel Naylor Mendez y su padre, quien al morir la dejó encargada de cuidar la sepultura de aquel que salvó tantas vidas después de muerto, aunque en vida no hubiese sido un ejemplo de ser humano precisamente.
Finalmente John y Noreen Steele en su libro The Secrets of HMS Dasher han puesto en duda la identidad del hombre enterrado en Huelva, aduciendo que el cadáver de Glyndwr Michael fue entregado en enero del 43 y que pese a ser conservado en hielo, para cuando quisieron usarlo estaba demasiado descompuesto, de manera que se usó el cadáver anónimo de uno de los marineros muertos en el portaviones HMS Dasher. Personalmente prefiero la historia del vagabundo borracho redimiéndose después de muerto, pero es que a mí me gustan las historias que acaban bien.

7 Comments:

Blogger Angel Martín Fernández said...

Que historia!; me ha recordado a Hugo Pratt.

10:05 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Este formato es muy incómodo para trollear.

Alex_R.I.

3:31 p. m.  
Blogger Jose Antonio del Valle said...

Menos mal, que te conozco como si te hubiera parido, mamón. :P

3:33 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

:D.

Se aprende mucho en esta página, pero no digas nada que van a pensar que me estoy amariconando.

Alex etc etc.

3:47 p. m.  
Blogger Jose Antonio del Valle said...

Pues acabo de ver la película "The Man Who Never Was" (VOS) de 1956 basada en el libro que escribió Montangu sobre el caso Martin, y está bastante bien recreado.

5:38 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Esta te ha quedao de perlas ;)

9:21 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

En la película The Man who never was, hizo el papel de vicemariscal del Aire, irónicamente, el propio Ewen Montagu.

No está claro todavía a quien pertenecía el cadaver del Mayor William Martin. Hace unos años, una persona inglesa (creo que un antiguo policía), lo estaba investigando.

Os aconsejo un libro de un buen investigador que tiene escrito sobre este caso cual es Jesus Ramirez Copeiro del Villar, que titula: Espias y neutrales: HUELVA EN LA II GUERRA MUNDIAL

6:09 p. m.  

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