sábado, septiembre 30, 2006

TRANSISTORES Y EUGENESIA


WILLIAM BRADFORD SHOCKLEY (n. Londres, 1910 – m. Stanford, 1989)

Le tengo una especial afición a leer sobre la vida de los grandes científicos. Muchas veces se descubre a hombres ejemplares que resultan tan geniales en su trabajo como en las relaciones personales o en sus creencias particulares, son los menos. La mayoría de las veces el genio viene acompañado de actitudes excéntricas y frecuentemente de creencias y acciones difíciles de asimilar para el común de los mortales. Un ejemplo de lo que digo es William Shockley, una de las mentes que conformaron el mundo tal y como lo conocemos hoy en día, ganador del Premio Nobel de Física en 1956 y obstinado defensor de las teorías racistas y la eugenesia llevada a extremos realmente chocantes.
Shockley nació en Londres en 1910, hijo de un ingeniero y una topógrafa que decidieron que podían dar a su hijo una educación perfecta sin salir de casa, pronto destacó por su gran nivel intelectual casi tanto como por sus dificultades en el entendimiento con los demás. Estudió en el Instituto tecnológico de California (Cal Tech), se doctoró en el MIT en 1936 e inmediatamente pasó a trabajar en los laboratorios de la Bell en New Jersey, donde enseguida desarrolló varias patentes. Durante la guerra trabajó en varios proyectos relacionados con el radar y la guerra antisubmarina, por los que recibió la Medalla al Mérito en 1946.
Después de la guerra siguió en los laboratorios de la Bell, que por aquel entonces buscaba una alternativa a las lámparas de vacío como amplificadores de electrones. A Shockley se le ocurrió utilizar un campo eléctrico que aumentaba la conductividad del semiconductor sobre el que se aplicaba. Y sobre esta idea John Bardeen y Walter Brattain consiguieron construir el primer transistor en 1947. Aunque Shockley había sugerido la idea de partida y participado en algunas fases del desarrollo teórico, no figuró en varias de las patentes posteriores debido a que su idea del campo eléctrico había sido patentada ya en los años treinta por Julius Lilienfeld, de manera que Shockley, sintiéndose engañado, siguió trabajando por su cuenta y en los años que siguieron prácticamente revolucionó el mundo de la electrónica con sus avances. En 1951 patentó el transistor de unión que desbancó completamente en el mercado a los anteriores. Ese mismo año fue nombrado miembro de la Academia Nacional de Ciencias. Pese a todo este despliegue de genio, la verdad es que Shockley era cuando menos una persona difícil de tratar, lo que le enemistó con sus colaboradores y parece que le impidió seguir ascendiendo en la Bell, por lo que en 1955 decidió independizarse y crear su propia empresa, la Shockley Semiconductor Laboratory, y trató de llevarse a alguno de sus antiguos compañeros de la Bell. Ninguno aceptó. En 1954 además se había divorciado de su primera esposa, para volver a casarse al año siguiente con una profesora de enfermería. Parece que al frente de su propia empresa su carácter empeoró, y empezó a volverse bastante paranoico. En 1956 recibió el Premio Nobel junto a Bardeen Y Brattain con los que lo celebró pese a que hacía tiempo que no se hablaban. En 1957 Shockley se negó a trabajar con los nuevos transistores de silicio, lo que hizo que ocho de sus ingenieros abandonaran la empresa y fundaron la Fairchild Semiconductor que, junto a la Texas Instruments, crearía los primeros circuitos integrados y sería la base de la posterior Intel. Finalmente, en 1961, Shockley vendió su empresa y se dedicó a la enseñanza en Stanford hasta su muerte en 1989 por un cáncer de próstata. En esos años aún logró varias patentes en el campo de la electrónica, aunque su mal carácter le había hecho distanciarse hasta de sus hijos, quienes conocieron la noticia de su muerte por la prensa.
Aparte de lo anterior, durante las últimas décadas de su vida Shockley empezó a interesarse por la eugenesia. Pensaba que América tenía un serio problema de disgenesia puesto que las personas menos inteligentes tendían a reproducirse más, de manera que la población en teoría tendía a hacerse cada vez menos inteligente. A Shockley parece que le preocupaban especialmente los negros, de quienes pensaba que eran menos inteligentes en general que los blancos siguiendo los estudios sobre el C.I. de Arthur Jensen, quien en 1969 publicó un artículo en el que afirmaba que los negros tenían por término medio un C.I. 15 puntos inferior al de los blancos, y que esa diferencia era genética y no debida al ambiente socialmente deprimido en el que vivían la mayor parte de los afroamericanos en los años 60. Convencido de sus ideas, Shockley se dedicó a difundirlas por los Estados Unidos mediante una campaña de conferencias y llegó a proponer que sería bueno ofrecer dinero a todo aquel que tuviese un C.I. inferior a 100 para que se dejase esterilizar. Evidentemente todo ello causó gran revuelo en el ambiente universitario de Stanford, llegando los estudiantes a quemar su efigie. Su obsesión le llevó incluso a convencer al multimillonario Robert Klark Graham para crear el Repository for Germinal Choice, un banco de esperma en el que se guardarían los mejores genes entre los que se encontraban los de varios premios Nobel y los suyos propios por supuesto.
Hay que decir que la polémica sobre el C.I. continua hoy en día. A finales de los 70 se publicó otro estudio en el que se decía que los japoneses daban como media 15 puntos más en el test que los americanos blancos. Evidentemente, las mismas voces que abogaban porque la diferencia entre blancos y negros era genética se decantaron esta vez por una deficiencia en el sistema escolar norteamericano.

lunes, septiembre 18, 2006

LA LEYENDA DE BARBANEGRA


EDWARD DRUMMOND (n. Bristol, 1680 – m. Ocracoke, 1718)

Es gracioso como se forjan las leyendas en torno a personajes que en realidad fueron muy distintos de cómo los pintan. Un ejemplo de lo que digo es sin duda el famoso pirata Barbanegra, que ha pasado a la historia como prototipo de una profesión que en su época daba ya sus últimos coletazos que nada tenían que ver con el auge alcanzado en siglos anteriores y que empezaba a parecerse más a lo que luego serían contrabandistas y mafiosos.
Se cree que Barbanegra, cuyo verdadero nombre era Edward Drummond, nació en Bristol en 1680 en el seno de una familia de clase media baja y parece que se enroló muy joven como marino mercante. Nada se sabe de su trayectoria hasta que durante la guerra de sucesión española se embarcó como corsario en las Antillas y cambió su nombre por el de Edward Teach, pensando probablemente en recuperar el verdadero una vez que volviese a actividades menos controvertidas. El caso es que Drummond o Teach acabó aprendiendo el oficio de pirata a las órdenes del capitán Hornygold y lo debió de hacer bien, porque pronto se vió al mando de su propio barco, un mercante francés capturado al que rebautizó como Queen Anne´s Revenge. Una vez terminada la guerra en 1713, Teach siguió a las órdenes de Hornygold como pirata hasta que éste se acogió a una amnistía promulgada por Jorge I en 1716 y le dejó al frente del negocio. En los dos años que siguieron Teach se labró su reputación de prototipo de pirata del Caribe, aunque la verdad es que operó más bien poco en este mar sino más bien en aguas de Virginia y las Carolinas, en la costa oriental de Norteamérica, que en aquel tiempo eran más concurridas. Tampoco es cierto que se dedicara a expoliar principalmente barcos españoles, de hecho su carrera en solitario comienza con el hundimiento del mercante inglés Great Allen frente a la costa norteamericana y el posterior combate con el barco de guerra británico Scarborough, del que tuvo que huir con el rabo entre las piernas pero que le valió su sobrenombre de Barbanegra. En aguas de Honduras Teach firmó un tratado para operar junto a otro pirata que se había hecho bastante famoso por aquellos tiempos, Stede Bonnet, un plantador chiflado de Barbados del que se cuenta que se hizo filibustero para escapar de una esposa demasiado irritante. Pronto Barbanegra se dio cuenta de que en realidad su colega no sabía gran cosa de navegación, de manera que se convirtió en el verdadero jefe de aquella sociedad que abordaba cargueros ingleses y luego vendía el botín en las colonias americanas a precios más bajos, lo que hacía que los americanos estuviesen bastante bien dispuestos en principio hacia los piratas, a quienes recibían en sus ciudades y consideraban algo parecido a héroes románticos.
En enero de 1718 Barbanegra se presentó con una flotilla de cuatro barcos ante Charleston y durante una semana se dedicó a saquear cuantos barcos entraban en el puerto, haciéndose de paso con un buen número de rehenes que acabó cambiando por medicinas para sus hombres ante la impotencia del gobernador de la ciudad. Previamente les había expoliado de todos sus bienes y objetos de valor que poco después vendía, junto al botín de los barcos abordados, a los colonos de Carolina del Norte. En Carolina se enteró de que el rey había promulgado otro perdón para piratas de manera que, tras robar el botín de Bonnet, hundió el Queen Anne´s Revenge y se estableció como plantador en Bathtown. Para ello tuvo que afirmar que su botín procedía en realidad de saquear a españoles y franceses y no al mismo rey que le daba el perdón, lo que no parece que fuera desmentido por los americanos que conocían de sobra sus fechorías. Buscando respetabilidad, Teach se casó con la hija de otro plantador de la zona (aunque se dice que tenía otras catorce mujeres “legítimas”), pero parece que la vida sedentaria no le gustó demasiado porque en junio de 1718 se embarcó de nuevo con sus hombres y se dedicó a vender “protección” a los barcos que navegaban por la zona a la manera de los gangsters del Chicago de los años 20. Aunque tampoco ese negocio le satisfizo durante mucho tiempo y pronto volvió a saquear directamente los barcos, vendiendo luego sus mercancías en connivencia con el gobernador Charles Eden y su secretario Tobías Knight. Finalmente, en octubre, empezó a saquear con una pequeña balandra, la Adventure, las plantaciones de algodón de las orillas del rio James, en Virgina. El gobernador de este estado, Alexander Spotswood, menos tolerante que Eden, mandó rápidamente dos fragatas a la desembocadura del río, aunque Barbanegra logró escabullirse milagrosamente y se refugió en la bahía de Ocranoke. El 20 de noviembre se encontró con otra balandra al mando del teniente de navío Maynard quién, tras un duro combate, le cortó la cabeza y volvió triunfante a Bathtown con ella colgada en el bauprés de su nave.
Y como pasa con este tipo de personajes, su muerte no fue sino el principio de la leyenda. Las historias contadas en vida sobre aquel gigante que abordaba los barcos con mechas de cañón encendidas atadas a su barba, y que no tenía piedad con cualquiera que le hiciese frente, empezaron a cobrar vida propia. Su pacto con Satanás, seguramente publicitado por él mismo en su día para aumentar el terror que infundía en los tripulantes de los barcos y, sobre todo, el tesoro que presuntamente enterró tras hundir el Queen Anne´s Revenge, le han hecho figurar en el imaginario popular como el arquetipo del pirata, aunque en realidad la época en la que galeones llenos de oro eran saqueados por otros piratas hubiese pasado hacía muchos años y sus presas fuesen la mayoría de las veces cargamentos de ron o de objetos manufacturados en Gran Bretaña con destino a sus colonias americanas. Aún así, todavía hoy hay quien busca un tesoro que casi seguro que nunca existió.