jueves, enero 31, 2008

¿QUIÉN DIJO AQUELLO DE... ?


DANIEL JOSEPH DALY (n. Glen Cove, 1873-m. Glendale, 1937)

Existen algunos personajes que han pasado a la historia por una frase y, en alguno de ellos, como por ejemplo el que nos ocupa hoy, al final la frase ha acabado haciendo olvidar al personaje mismo, al que se cita nebulosamente como “cierto sargento de marines de la primera guerra mundial” en el mejor de los casos.
Daniel Daly nació en Glen Cove (New York) en noviembre de 1873. Durante los primeros años de su vida ejerció los más diversos oficios, desde repartidor de periódicos hasta boxeador, antes de alistarse en los marines en enero de 1899 con la idea de participar en la guerra de Cuba. Como la contienda acabó antes de terminar su entrenamiento, Daly no recibiría su bautismo de fuego hasta un año después y en la otra punta del mundo, en China, durante la rebelión de los boxers. Daly era uno de los marines que, con un puñado de militares de otras nacionalidades, defendieron el barrio de las legaciones diplomáticas de Pekín durante casi tres meses frente al ataque de los fanáticos chinos. La noche del 12 de junio de 1900 se le ordenó defender en solitario una posición de la llamada muralla tártara mientras el resto de sus compañeros reforzaban las defensas del lugar. Al amanecer Daly estaba rodeado por los cuerpos de unos 200 chinos, a los que había matado sin ninguna ayuda. Algunos (pocos) gracias a su certera puntería, y el resto a culatazos cuando se le acabó la munición. Por esta acción recibió la Medalla de Honor del Congreso, la máxima condecoración a la que puede aspirar un militar norteamericano.
Tras la guerra de los boxers, Daly participó en la ocupación norteamericana de Veracruz en 1914 y, siendo ya sargento, en la de Haití en 1915. El 24 de octubre de ese año, Daly y un grupo de otros 35 marines fue emboscado por más de 400 cacos (guerrilleros haitianos) mientras cruzaban un río. Aunque pudieron hacerse fuertes, la unidad perdió el mulo que transportaba la ametralladora y durante la noche el jefe de la unidad ordenó recuperarla. Daly se ofreció voluntario inmediatamente, recuperó el arma en una descubierta y gracias a ello lograron mantener a raya a los cacos hasta el amanecer. Posteriormente los marines organizaron un ataque por varios puntos con el que lograron aniquilar al enemigo y Daly recibió su segunda Medalla de Honor. Solo otros 19 americanos han logrado dos de estas condecoraciones a lo largo de la historia, de modo que Daly ya era una celebridad cuando le enviaron a Europa en noviembre de 1917.
Con su nariz de boxeador y su mandíbula cuadrada, el menudo suboficial podría haber sido perfectamente el prototipo de sargento mayor de la caballería en las películas de John Ford. A Francia llegó con fama de hombre duro y estricto pero al que le preocupaba por encima de todo el bienestar de sus hombres. Se dice que se le intentó ascender a oficial varias veces, prefiriendo él, sin embargo, seguir siendo un simple sargento.
En el peligroso frente occidental Daly siguió haciendo de las suyas y fue condecorado varias veces: por apagar poniendo en peligro su vida un depósito de municiones en llamas, por capturar él solo un puesto de ametralladoras alemán, cogiendo 13 prisioneros, armado unicamente con un Colt 45 y granadas; y por varias acciones más en las que fue herido tres veces y que le consiguieron el respeto de sus compañeros y superiores.
Con todo, si hoy escribo sobre su vida fue por algo que sucedió en la batalla del bosque de Belleau, en junio de 1918. Superados en número y bombardeados por los alemanes en una pésima posición, Daly decidió no obstante pasar al ataque, saltó de la trinchera con su Colt en la mano y gritó ¡Vamos, hijos de puta! ¿Acaso queréis vivir para siempre?
La frase que, en teoría, describe muy bien el espíritu de los marines (en realidad el de cualquier unidad de élite de cualquier ejército) la he leído innumerables veces, y ni en la mitad de ellas se cita al protagonista de la acción por su nombre. De todas formas parece que ni siquiera fue original, se dice que ya Federico el Grande de Prusia les gritó algo parecido a sus hombres en el siglo XVIII. Tampoco es que Daly se sintiera muy orgulloso de su frase posteriormente, en cierta ocasión dijo a un periodista que lo que de verdad había gritado era: ¡Por el amor de Dios, adelante! ¿Es que queréis vivir para siempre? Para que luego digan que la corrección política es cosa de nuestros tiempos.
Después de la guerra, Dan Daly permaneció durante algún tiempo en Alemania con las fuerzas de ocupación y luego en diversas bases y barcos hasta que se retiró como sargento mayor en 1929. Posteriormente trabajó como guardia jurado en un banco hasta su muerte en 1937.
Con su lista interminable de condecoraciones, Daly pasó a la historia del Cuerpo de Marines como uno de sus miembros más respetados, incluso dio nombre a un destructor de la Armada, el USS Daly que combatió en la segunda guerra mundial